'Un poco de oxígeno, por favor' de Emma Prieto
El hombre permanece medio ahogado en una selva que no es la suya pero que él ha decidido que lo fuera. Se llama Ernesto. Ernesto Guevara. Che le llaman y también El Che.
Él sabe quiénes son sus enemigos o cree que lo sabe que parece lo mismo pero no lo es. Su frase más conocida prefiero morir de pie que vivir de rodillas es una frase genial y es que cuando a mí me tocó arrodillarme delante del gordo Jiménez, estuve a punto de marearme.
Él se hizo guerrillero por eso, por la gente que hay en todos los países viviendo de rodillas que no se atreven a ponerse en pie. Y como era un valiente, pues se puso a hacer la revolución. Al final la revolución venció y debió de ser emocionante pero con el tiempo se convirtió en algo distinto, porque todas las cosas cambian y luego ya no son lo que eran y hasta los compañeros cambian y dejan de entenderse y entonces el Che (ya sé que es un error poner el artículo delante del nombre pero lo llamaban así y no era falta de respeto ni nada) se marcha a otro país para empezar una nueva revolución porque ya era comandante y a él lo que le gustaba era hacer revoluciones pero no acabarlas.
Eligió la selva para estar en contacto con la tierra, para no olvidarse que al final todos acabaremos ahí, hechos tierra, y que esa humedad que respiraba y que recubría las hojas y las reverdecía y abrillantaba, que se convertía en pequeñas gotas de agua suspendidas en el aire, que a veces podían parecer mosquitos y otras hasta motas amarillentas de polvo, que mojaban su pelo, descendían por la frente hasta metérsele en los ojos y hacerlos escocer o que bajaban por su nariz y dejaban en sus labios un sabor denso a limo, esa humedad, continuaría acompañando a los jaguares, las anacondas, los tapires y los monos, los guacamayos y los zorros, hasta mucho después de que sus camaradas se hubieran ido.
Y es que a lo único que de verdad tenía miedo Ernesto era a la falta de oxígeno. No a morirse, sino a la imposibilidad de respirar. Su miedo era un gato lustroso, elegante, y, sin embargo, siniestro que se le aposentaba sobre el pecho, extendía las patas delanteras y las traseras y metía la cabeza entre ellas cubriéndole como una manta peluda. Trataba de moverse para escapar de su peso y él se afianzaba clavándole las uñas. Con las garras incrustadas en sus pulmones, no permitía colarse ni una brizna de aire. Sus bronquios silbaban mientras el gato erguía la cola y la pasaba majestuoso por la boca del Che. El pelo cosquilleándole en los labios le producía repugnancia, una grima gomosa que le provocaba interminables ataques de tos.
Y eso que él se esforzaba, le ponía voluntad, trataba de concentrarse, de convocar al aire para que entrara y saliera por su nariz. Imposible.
Por eso cuando muy de mañana (o lo que a él le pareció la mañana pero que a lo mejor no lo era porque hacía mucho que había perdido la noción del tiempo) entraron
sus enemigos armados y lo apuntaron con los fusiles, casi agradeció poder mirar a la muerte de frente y acabar así, de un disparo o de varios, y no asfixiado por un gato, enloquecido de miedo buscando el aire que no llega y de ahí otra de sus frases célebres: Serénese y apunte bien, va a matar a un hombre.
Demonio de chico, de dónde habrá sacado todo eso, piensa la profesora cuando acaba de leer. Ni una falta de ortografía. Comas y acentos bien puestos. Claro que habrá utilizado el corrector. Pero y qué. Está bien redactado. Desde luego, esfuerzo le ha puesto. Aunque no es lo que yo mandé. Si empezamos así y cada uno hace lo que quiere a dónde vamos a llegar. Y luego está el título, por qué le habrá puesto ese título, como si fuera un cuento y no un trabajo, a ver si es que quiere decir algo, mira también que
lo de Jiménez, con estos chicos nunca se sabe, Jiménez es un abusón pero es que ellos también, gordo por aquí, gordo por allá, pues claro, al final se arma.
Decide prepararse un café. Por el pasillo le asaltan los recuerdos. Primero tenues, borrosos. Poco a poco van adquiriendo nitidez. Se acuerda de un cuaderno rayado sobre el que escribía. Una especie de diario. Retazos de vida que hacía parecer suya. A veces lo era y otras veces no. En ocasiones, algún poema. Por lo menos rellenó
tres o cuatro cuadernos. ¿Cuándo fue que perdió las ganas de escribir, dónde quedaron las rayas del cuaderno?
El momento exacto es difícil calcularlo. Puede que ni exista. Un día mientras se peina descubre que todas esas frases mentirosas, sentar la cabeza, dejarse de fantasías, hacer algo útil, ganarse la vida, encierran también parte de verdad. Y eso, el que la verdad y la mentira no sean líneas paralelas sino que, de pronto, se encuentren en algún punto y se mezclen y confundan como se mezclan las aguas del mar y del océano, cada uno discurriendo por su lado al principio y luego un revoltijo de agua salada donde no hay quien los distinga, igual que no hay quien separe a veces la mentira de la verdad, como si una contuviera a la otra o viceversa, eso es lo que hizo que no hiciera nada o sí, que avanzara como un robot, una máquina programada recorriendo el mismo camino que los demás, aunque tuviera que abandonar imágenes, palabras, dibujos, cuadernos, porque en eso consistía ganarse la vida.
Siente una punzada debajo de las uñas, un calambre en el codo. Coge del neceser las tijerillas de punta curva, se corta las uñas y la nostalgia y las lima después a conciencia hasta que acaba con cualquier atisbo de emoción. Ella, la profesora de lengua.
Con rotulador rojo, el de las correcciones, anota con trazo firme:
Te pedí una composición sobre la figura de Che no que inventes lo que se te antoje.
Bien puntuado.
Cuando va a guardar el ejercicio, se lo piensa mejor y escribe:
Por cierto, ¿tienes
problemas con Jiménez?

He publicado los libros de relatos Extravíos (Caligrama, 2017,) Escamas en la piel (Adeshoras,2018), Mecánica terrestre, (Eolas,2021) y el poemario Radiografía de ausencias (Indie,2020).
En la antología Incómodos (RELEE, 2016) se publicó mi relato "Piruletas".
La revista especializada en relato TALES publicó en su número 9 el relato "Movilidad laboral".
En su libro Herido leve (Páginas de Espuma, 2019), Eloy tizón me cita en el capítulo que dedica al "post cuento".