
'Todo se desvanece' de Ana Bustamante
Cada sábado se producía el reencuentro bajo las sábanas. Habíamos agotado todos los medios posibles de comunicación y, con el paso de los años, el sexo era el único puente que nos unía. Un puente que se mantenía firme, pero casi con la certeza de que en cualquier momento nuestros deseos caerían por el abismo de la maldita monotonía. De lunes a viernes sentía cómo su vida se distanciaba de la mía, aunque tal vez era yo quién se alejaba refugiándome por puro masoquismo en el victimismo de mujer despechada. En la cama teníamos los mismos intereses, recibir caricias placenteras sin palabras, aceptar besos insonoros y mirarnos con los ojos cerrados imaginando que yo no era yo, ni él tampoco. Cada semana consumábamos sin cortejo intentando preservar la propiedad de la carne. El vínculo conyugal se centraba en un acto sexual frenético de pocos minutos y escasa ternura. Ya no pretendíamos alcanzar al unísono el clímax. Como en un ritual satánico fundíamos nuestros cuerpos poniéndole barreras a los sentimientos. El resto de la semana paseábamos cogidos de la mano como una pareja feliz. Hacíamos la compra juntos en el supermercado. Acudíamos a reuniones familiares. Salíamos con amigos en común. Nos preocupábamos el uno por el otro buscando cierta estabilidad al mismo tiempo que íbamos lapidando las emociones. Éramos conscientes de que el amor se había acabado o de que tal vez nunca había existido, pero no hablábamos sobre ello. Nunca hablábamos. Probablemente así fue como la conoció, sumido en la desesperación de una vida muerta. Fingía que nada había cambiado, pero lo supe prácticamente desde el principio. Fui percibiendo el brillo de sus ojos. Le escuchaba tararear en la ducha. Veía cómo sonreía mientras escribía en el móvil sintiendo que su corazón volvía a galopar desbocado. Los sábados continuaron bajo las sábanas, pero el sabor de su saliva ya no me gustaba, sus dedos parecían ausentes y su cuerpo empezó a pesar como una losa sobre el mío. Padecí la frialdad de sus caricias y lo único que nos mantenía unidos se disipó de la noche a la mañana. Le odié, no por su infidelidad, sino por haber encontrado la felicidad que yo ansiaba. Dejamos de hacer cosas juntos. No hubo confesiones que dieran lugar a reproches. Continuamos como si nada, bajo el mismo techo y en la misma cama. Permitimos que sucediera y nos dejamos llevar por el juramento hacia un dios en el que ninguno de los dos creía firmando nuestra propia sentencia: "hasta que la muerte nos separe".

Ana Bustamante, nació en Madrid el último día de 1968. Su trayectoria profesional la enfoca en la gestión, liderazgo y desarrollo de equipos, primero en el ámbito sanitario y actualmente en el sector de seguros.
Se define a sí misma como una mujer "anormalmente normal", sensible, llena de deseos e ilusiones.
Ávida lectora, apasionada de la Literatura, escribe desde que recuerda. En la vida y en sus textos, se deja llevar por lo que siente y se "desnuda" en su primera publicación: "El deseo viste de verde" (Izana Editores - 2018).
Duerme poco, prefiere soñar despierta y juega a capturar los instantes para después proyectarlos en sus relatos.
Autores representados por Arrebol Agencia literaria