'Sentir la muerte del otro' de Mariwan Shall

23.02.2021

"Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte". Spinoza


Estoy de acuerdo en que la exigencia de sentir la muerte del otro es una ética superior a cualquier otra más universal. Hace tiempo, grandes pensadores nos decían palabras como estas: No estamos atentos a quiénes somos en realidad, por eso no estamos en sintonía con nuestra experiencia del momento, que es la de nuestro presente. El viaje de la vida es un viaje interior y los que llegan suficientemente lejos se encuentran, tarde o temprano, con su verdadero ser, algo que está fuera del tiempo y aporta a la persona una cierta paz y un sentido a la vida y a la muerte.

¿Qué es lo que impide que vivamos nuestro presente?

Intelectualmente todos sabemos que vamos a morir, pero emocionalmente no. Es decir, asumimos algunos hechos de modo intelectual, pero no los experimentamos en nuestro ser porque resultan demasiado profundos para digerirlos. Estar en sintonía con el propio destino implica asumir la muerte. Es la forma de sentirse menos perdido, menos traumatizado y vivir por y para el bien del alma, la propia y la de los demás.

Una persona se despierta cuando siente que su vida no tiene sentido. Todas las tradiciones espirituales coinciden en que la conciencia empieza con la conciencia de la muerte. Nada es permanente, sino transitorio. Lo importante es el momento en que estamos, es decir, el presente y nosotros somos los responsables de atraparlo.

Según Martin Heidegger, vivir es vivir hacia la muerte, si queremos ser auténticos tenemos que conectar con esta realidad.

¿Qué es sentir emocionalmente la muerte?

Para llegar a ello es necesario el viaje interior del que hablaba al inicio. Viaje que comenzaría con la separación del afán de supervivencia, de la comodidad, del apego al dinero o al estatus social; asimismo, es necesario no ser esclavo del trabajo, del tiempo ni de las rutinas de la vida. Sólo así podríamos situarnos más cerca de nosotros mismos y, sobre todo, de nuestros seres queridos, esos otros cuya falta, en algún momento, puede darnos la medida de nuestra propia muerte.

La muerte significa más un despertar en el sentido de la vida. Hay que vivir con la muerte al lado. La muerte sólo la puede asumir alguien que, en cierto modo, muere antes de morir.

Estos días estamos viviendo el fallecimiento de nuestros seres queridos por una pandemia y para mí esto no es diferente a las muertes por amor, por actos heroicos o por simple muerte natural. Si realmente esta experiencia la sintiéramos emocionalmente seriamos más generosos, lo cual nos uniría no sólo con los seres queridos sino también con el mundo, eso que llaman sentimiento cósmico, pero, por desgracia, no está siendo así. Ya estamos viendo lo que siempre ocurre, caemos nuevamente en el mundo del consumo. Se hace ruido con múltiples publicaciones dándonos consejos, se escriben relatos, novelas y se llena la prensa de artículos sin sentido, absurdos, especulativos, etc... Los consagrados tendrán prisa para que su nombre salga en grande en primera página y otros aprovecharán para publicar algo oportunista que pronto se pondrá de moda.

Por el contrario, otras personas viven esta experiencia con paciencia, en silencio y sin hacer ruido, tratando de encontrar la verdad por sí mismas. En el mundo antiguo, cuando pasaba una desgracia de este tipo, la verdad era enfrentada por un héroe y con su sacrificio acababa con lo trágico, como le ocurrió a Edipo. Pero hoy día no hace falta ningún héroe, sino aprender en silencio, observar, entender, no lo que está pasando fuera, sino lo que pasa en nosotros mismos. Ese sería el viaje interior. Ya hemos dicho que a veces confundimos la búsqueda del ser con la de otras cosas menos importantes como el éxito. Ante todo ese ruido, quizás, sea bueno enmudecer las palabras, que ya no digan más, que lo que digan sea a través del silencio, de un goce que escapa al lenguaje.

Decía Kierkegaard que no hay nada que temer, la muerte es nada. Este nada podría ser entendido como que toda muerte es descanso y que si existe el cielo ya está ahí. O como decía el poeta: Tu boca se cierra aquí en este plano... e inmediatamente se abre en un grito de alegría en el siguiente.

"Nada parece más natural, para quienes permanecen vivos, que olvidar a los muertos. Y para los muertos, nada parece más fácil de hecho que obsesionar a quienes siguen en vida". Sloterdijk, tras la muerte de Derrida.

El mismo Derrida, poco antes de morir, escribió: "Tener un amigo, mirarlo, seguirlo con la mirada, admirarlo en la amistad, es saber de manera un poco más intensa y por adelantado... que, fatalmente, uno de los dos verá morir al otro. Uno de nosotros -piensa cada uno-, uno de nosotros dos, llegará ese día, y se verá ya no viendo al otro".

Y pienso que verse no viendo al otro, además de sentir su falta, es asumir la propia, es decir, la muerte. 

Me gustan todos los tipos de escritura, sea por divertimento o por catarsis, incluso por virtuosismo estético, pero lo que me gusta de verdad es una escritura que despierte la conciencia y haga ruido en la sociedad, viviéndolo en mi propia persona. Y eso requiere tener el sentido trágico de la vida, no como fatalismo o sentido pesimista, sino como consideración eficaz de la libertad con la ética y la virtud. Eso significa que nos protege y nos permite no contagiarnos de la multitud consiguiendo no deshacernos en ninguna corriente de moda.