'Relámpagos apagados' de David Darriba

01.05.2022

Esta vida no es lineal; al menos en el amplio sentido de la palabra. Dependiendo de la decisión que tomemos en un instante o que nos hagan tomar, así será el devenir de nuestro futuro. Concédanme por lo tanto que no sólo empiece esta historia por el final, sino que a modo de coctelera, la deje salir sin orden ni concierto. No es una historia al uso y creo que lo mejor para lo que acabo de decir (aunque parezca de extrañar) es que me tome esta licencia. A pesar de esto pido atención pues no resulta difícil perder el hilo cuando nos cambian la cronología de los acontecimientos. Y sin más preámbulos, empiezo, o termino, con esta narración:

Tommy cogió todo el aire que pudo. Con el rostro lívido y la mirada perdida, sólo pudo advertir la señal que hizo el alcaide. Hincó sus uñas en los brazos de la silla y sintió la sacudida feroz que, recorriendo todo su cuerpo, le produjo una convulsión hasta que se hincharon extraordinariamente sus venas azuladas. Al principio gimió. Pasados unos minutos interminables le desataron las correas y, trasladándolo a una camilla, le cubrieron con una sábana. 

El sonido de las sirenas pasó de largo. Al menos eran tres patrullas. Tommy se apoyaba en la pared del callejón, revolver en mano y con la respiración acelerada. Esperó un par de minutos, guardó el arma y colocándose bien el sombrero, salió de allí. El chapoteo al pisar los charcos ofrecía un lúgubre eco entre las estrechez de las paredes. Mantuvo el paso firme y lento para no levantar sospechas. Se dirigió hacia la calle 42 donde vivía Charlotte. En más de una ocasión ya lo había escondido en su casa durante un par de días. Charlotte fue novia suya una temporada y, a día de hoy, en ocasiones aún se metían en la cama rememorando viejos tiempos. 

Tommy llamó a la puerta de Charlotte pero ésta no le abrió. Le pareció raro y como no tenía dónde acudir se sentó en las escaleras a esperarla; tal vez se hubiese ausentado. Media hora después salió del edificio y miró hacia su ventana: estaba abierta. Aquello le resultó más extraño todavía porque estaba lloviendo y Charlotte era bastante friolera. Subió por la escalera exterior de emergencia y se coló en el apartamento. Estaba completamente a oscuras e imaginó que posiblemente dormía. Encendió una luz y dijo su nombre en alto. No le contestó. Dirigiéndose a su dormitorio, abrió la puerta y ahí la encontró tumbada en la cama, con un agujero entre ceja y ceja por el que ya había dejado de manar la sangre. Se sentó a su lado y acarició sus labios helados... Estuvo así al 1 menos diez minutos cuando la policía derribó la puerta. Quiso escapar pero fue demasiado tarde. Estaba acorralado y levantó las manos. Los grilletes le hicieron daño. 

Charlotte le instó a que dejase de meterse en líos, que aquella vida que llevaba era peligrosa y cualquier día aparecería muerto en cualquier esquina o, en el mejor de los casos, sus huesos pararían en una celda gris y húmeda. Pero Tommy contestaba que no sabía hacer otra cosa. En otras ocasiones prometía que se convertiría en un hombre nuevo, que ese sería su último trabajo. Palabras. Era consciente que nunca lo dejarían salir. 

Charlotte puso un disco de The Andrews Sisters. Contoneó el cuerpo durante unos segundos. Después estrelló su vaso de whisky contra la pared. Rompió a llorar, se giró y mirando fijamente a Tommy dio por concluida su relación con él. Intentó abrazarla pero fue inútil. Tommy se colgó la chaqueta al hombro, arrebató el sombrero del perchero y abriendo la puerta se marchó sin apenas hacer ruido. Deambuló por las calles oscuras para terminar emborrachándose en uno de los antros que solía frecuentar. La barra estaba pegajosa por la nicotina que venía con el humo. Más tarde entró su jefe, un tipo gordo arremangado que literalmente masticaba su puro. Era el dueño de aquel local que utilizaba de tapadera y donde era habitual zanjar ciertos negocios truculentos. Se dirigió a Tommy y le invitó a una copa. 

‒Tienes que acabar con Cooper ‒le dijo su jefe. 

‒¿El jefe de policía? 

‒Sí, no entra en razón. Pero dentro de cuatro meses, aprovechando esa mierda de congreso. No antes; no nos vendría bien. Tienes mucho tiempo para planearlo. No puedes fallar. ‒Y levantándose se alejó abriendo el paso entre la multitud a codazos mientras masticaba nerviosamente el puro. 

Le flojearon las piernas en el corredor de la muerte. Las manecillas parecían no avanzar y, sin embargo, por momentos, corrían de forma escandalosa. "Quitad ese reloj de ahí", pensó. El cura absolvió sus pecados y Tommy rompió a llorar. Los guardias entraron y dijeron al cura que tenía que salir, que había llegado el momento. Lo agarró cada uno de un brazo y casi tuvieron que llevarlo a rastras. Se estremeció con el chirrido de la verja al ser cerrada. 

Cooper se levantó de su asiento. Fue con un subfusil Thompson. Los veinte proyectiles del cargador atravesaron su cuerpo. Proyectiles como relámpagos apagados. Tommy tuvo suerte, mucha suerte; por conseguir sortear cada uno de los obstáculos que encontró para llegar allí y matarlo; si no el que hubiera acabado ahora a varios metros 2 bajo tierra sería él; a manos de sus propios hombres; a manos de esos judas. De esto no tuvo ninguna duda. Tommy también lo llegó a ser en más de una ocasión. 

David Darriba Pérez nace en Madrid el otoño de 1974. En una incesante búsqueda de nuevas formas de expresión, el poeta y narrador dota a sus obras de pinceladas que las aproximen a lienzos o fotogramas.En el "Homenaje a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento", el poemario El color del horizonte es premiado y editado en 2010 por el Colectivo Cultural Giner de los Ríos. Recital y presentación en el Círculo de Artistas de Ronda (Málaga).En 2012 es seleccionado en el "I premio de poesía visual Juan Carlos Eguillor", organizado por la Asociación de Escritores de Euskadi, por la obra Mensaje en la botella. Catálogo y exposición en Vitoria (Casa del Cordón), Bilbao, San Sebastián, etc.A lo largo de su carrera literaria es publicado en varias revistas digitales y lee en recitales poéticos de forma habitual. También es el creador de dos bitácoras literarias.En la actualidad es colaborador del diario gallego Pontevedra Viva en donde publica relatos periódicamente.