'Mientras tanto' de Ana Bustamante

06.07.2021

Hay días en los que la intensidad sonora de las calles se entremezcla con sollozos, casi imperceptibles, que contribuyen a contaminar el espacio de una ciudad cosmopolita como Madrid. Esas lágrimas se difuminan en la rutilante vida nocturna de esta gran ciudad que nunca duerme. Resulta frívolo y desconcertante que las maravillas que ofrece oculten tantas desdichas, pero no son sus calles, ni la diversidad, ni sus ruidos, ni su belleza, ni el cielo azul que la corona los culpables de estas miserias. El mal siempre tiene forma humana y viaja de cuerpo en cuerpo, en cualquier lugar y en distintos tiempos.

Mientras tanto, despierto en mitad de la noche, en un momento de la vida en la que el propio ruido es tan silencioso, que el simple sonido de mi respiración me sobresalta. He permanecido demasiado tiempo atrapada en la ruta que siguen las ondas sonoras de otros y me siento perdida. Confundida al creer que esas vibraciones eran suficientes para hallar la codiciada felicidad. Provoco risas esperpénticas para escuchar las carcajadas fingidas que salen de mi boca. Sonrío a un mundo que constantemente me da la espalda. Hablo en voz alta para no olvidar el timbre de mi propia voz. Recito versos aprendidos, tal vez en vidas pasadas, al tiempo que los muebles de mi casa componen nuevos sonetos. Muevo mi sombra al son de los suspiros que velan el silencio. Y mi cerebro almacena sonidos que me aterran para estar preparada frente a futuros estímulos.

Hay atardeceres en los que la intensidad sonora de mi propio llanto difumina las humillaciones amontonadas en las entrañas. Me engaño justificando la maldad ajena culpándome de errores que no me pertenecen. El miedo juega un papel importante haciendo que la coherencia pierda fuerza y que la valentía necesaria para salir corriendo desaparezca por el retrete. Pienso que todo pasará y regresaré al comienzo de aquel amor que dibujó mariposas en el estómago. Mariposas que yacen muertas a los pies de la cama. Ahora las larvas de la pasión se arrastran ante mis ojos arañando el suelo por el que camino descalza.

Mientras tanto, despierto en mitad de la noche y escucho a lo lejos portazos que me parten el alma. Oculto el rostro tras las sábanas ásperas y aprieto con tanta fuerza los dedos que los nudillos me abrasan. Percibo las pisadas por el interminable pasillo. Los músculos se tensan, el corazón se acelera, el estómago se cierra de angustia y terror. Pienso a gran velocidad, pero sin moverme, sin pestañear. Imagino que de un momento a otro voy a despertar. Me concentro en el ritmo de sus pisadas rezando en susurros a un dios en el que no creo, suplicando que todo acabe cuanto antes.

Hay madrugadas en las que la intensidad sonora de la pérdida de autoestima me lanza por el abismo del dolor. Sus manos sujetan con fuerza mi cuerpo y siento cómo vuelo a ras de suelo igual que una marioneta. No grito. No hago nada. Ni siquiera siento los golpes que abren de nuevo heridas recientes. Solo escucho el zumbido de mi existencia rompiéndose una vez más en pedazos.

Mientras tanto, despierto en mitad de la noche deseando no volver a despertar. 

Ana Bustamante, nació en Madrid el último día de 1968. Su trayectoria profesional la enfoca en la gestión, liderazgo y desarrollo de equipos, primero en el ámbito sanitario y actualmente en el sector de seguros.

Se define a sí misma como una mujer "anormalmente normal", sensible, llena de deseos e ilusiones.

Ávida lectora, apasionada de la Literatura, escribe desde que recuerda. En la vida y en sus textos, se deja llevar por lo que siente y se "desnuda" en su primera publicación: "El deseo viste de verde" (Izana Editores - 2018).

Duerme poco, prefiere soñar despierta y juega a capturar los instantes para después proyectarlos en sus relatos.