'Mi madre y dos conciertos' de Mariwan Shall

28.02.2023

Hace poco fui a Kurdistán. En el camino solo pensaba en dos personas: una era mi madre, y la otra, mi maestro anciano.

Cuando una tarde estás en casa con tu gato o cualquier otro animal, no te hacen falta grandes cosas para demostrar tu amor por él. Todo ocurre de forma muy natural y en un absoluto silencio. El animal solo quiere estar cerca de ti, sentir tu presencia, el calor, la compañía, y de vez en cuando os miráis el uno al otro, o bien, se acerca a tu lado para rozar su piel con tu cuerpo y así, hacerte una ligera caricia. Esa fue mi sensación estos pocos días que estuve al lado de mi madre, hablábamos en silencio, de manera natural, no le contaba muchas cosas para que no hiciera el esfuerzo de escucharme, tampoco le preguntaba cómo transcurría su día a día, o por los familiares, para no hacerle hablar.

Me acordé de Beckett, Eugène Ionesco y Cioran. Cuando se sentaban los tres en una cafetería, no hablaban entre ellos, sino que cada uno miraba a otro lado. Más que una imagen absurda, es una libertad absoluta entre amigos que no se sienten obligados a decir nada para llenar el vacío.

Me sentía al lado de ella como si estuviera escuchando el concierto para violín de Mendelssohn. Con este concierto sientes una sensación alegre, amorosa, gloriosa. Una sed de infinito, sed de dulzura, sed de más allá, una reclamación… y poco a poco se profundiza en la audición musical, hasta que te llega el sueño de Mendelssohn como si fuera creándolo para todos nosotros.

Cuando regresé a Madrid y durante el largo viaje en el avión, mi sensación fue diferente y con muchas dualidades. Si lo expreso con palabras, esta sería de tristeza, como un anhelo del paraíso perdido, lejano, muy íntimo, abandonado, paradisíaco, un bello sueño, una mezcla o una percepción de sufrimiento y amor al mismo tiempo, entusiasta, algo muy cercano y a la vez muy lejano, como un cuento, abundante como la palabra de Dios, un salto grande, una sensación de horizonte... Esta vez la música fue diferente en mi mente, ahora era más un concierto para piano de Chomón. O quizá, como soñar un amor perfecto de Chopin: el de una mujer no de este mundo, una madre plenísima, atenta a cada detalle, a cada movimiento, toda delicadeza, como una mujer que no fuera de este mundo, un amor de ensueño que nos alimenta a todos, donde sus gestos son respuesta a la desesperación, una milagrosa abundancia.

No creo que estas dualidades de sentimientos sean algo peculiar y raro, porque el amor mismo es el hijo de la abundancia y la eficiencia. La sed y la plenitud.

Pero de repente se encendió la luz y escuché el aviso del próximo aterrizaje del avión y el aviso de ponerse los cinturones. Los grandes ruidos de la gente al bajar y buscar sus maletas, y el control de la policía me despertaron de mi sueño y sus sensaciones, por desgracia, se marcharon todos: mi madre, mi maestro, el gato, Chopin, Chomón, Mendelssohn... Solo quedó un cuerpo frío, aburrido, cansado, y agotado.


Biografía Mariwan Shall: 

Me gustan todos los tipos de escritura, sea por divertimento o por catarsis, incluso por virtuosismo estético, pero lo que me gusta de verdad es una escritura que despierte la conciencia y haga ruido en la sociedad, viviéndolo en mi propia persona. Y eso requiere tener el sentido trágico de la vida, no como fatalismo o sentido pesimista, sino como consideración eficaz de la libertad con la ética y la virtud. Eso significa que nos protege y nos permite no contagiarnos de la multitud consiguiendo no deshacernos en ninguna corriente de moda.