'La niña' de Belén Mateos
Allá donde mirara la desolación se hacía patente. Cuerpos mutilados, segados por la explosión y desgarrados por el apetito voraz de aquellos que, tras varios días, no habían probado bocado.
Rebeca se escondía cada mañana en una vieja cisterna, seca y agrietada. El accidente nuclear le había arrebatado todo calor humano conocido y el peligro acechaba en cada esquina, invisible, desafiante.
No solo desconfiaba de aquellos que rondaban las calles en busca de supervivientes a los que desvalijar, sino también de una amenaza mayor que no se veía, ni se olía: las enfermedades contagiosas que nacieron de aquel estallido y cuyas consecuencias aún no estaban del todo claras.
Se hizo con una máscara antigás de un cuerpo que, abandonado, era lamido por perros y lobos. Con ella se sentía más protegida y a salvo en esa sociedad apocalíptica y siniestra. Por las noches, oculta entre la oscuridad, buscaba junto a su ennegrecida muñeca, algo que la pudiera alimentar. Los supermercados estaban vacíos de reversas e infectados de un polvillo amarillento que impedía respirar con normalidad por lo que se aventuraba a ir por los parques, arrancando raíces, hojas y flores, saboreándolas como un manjar a punto de extinguirse.
En una de sus muchas expediciones nocturnas dio con un complejo abandonado. Unas cristaleras enormes rodeaban al edificio dejando traspasar la pálida luz de las farolas, suficiente para ver lo que le rodeaba. Los esqueletos devastados por la detonación se apilaban en un extremo, como si alguien los hubiera movido queriendo controlar la situación. El tiempo voló rápido y un haz nítido de claridad se colaba por las rendijas de los cristales anunciándole la llegada de un nuevo día. Pensó que estaba demasiado alejada de su escondite para llegar a tiempo y rastreó con la mirada un rincón en el que el resplandor del día no la delatara para guarecerse.
El cansancio se hacía patente en su frágil y quebradizo cuerpo.
Se acomodó tras una columna cubriéndose con unos harapos y cajas para descansar hasta la llegada de nueva luna...
(Relato ganador en el certamen "Serie de tomas wellcome to prypiat")

Belén Mateos nació en Zaragoza. Estudió magisterio por vocación y amor a los niños. Su otra gran pasión es la escritura.
Ha resultado ganadora y finalista en varios certámenes de literatura internacional y nacional. Algunos de sus textos han sido traducidos al francés, colabora en una revista digital y es habitual en el blog "Arrebol agencia literaria" dirigida por el escritor Jesus Cogolludo. Además es directora y coordinadora, junto al poeta Fran Picón del "Proyecto Enjambre".
Su primer libro "Rubor de tinta, quebrados de verbo", editado por Diversidad Literaria, ya va por su segunda edición.
Además ha participado como co-autora en diversas antologías como: "Relatos en 90 segundos" "Km 0", "Un tiempo breve", "Aletreos", "Érase una vez", "On the road" "Pluma, tinta y papel" "Proyecto Enjambre I" "Porciones del alma" "Cada loco con su tema" "Antología internacional de poesía contemporánea" "Versos en el aire" "Antología 10 Aniversario" La Casa de Zitas", Proyecto Enjambre II" Editorial La Fragua del Trovador, entre otros.
Ha escrito la sinopsis y prologado algunos libros.
Es miembro de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Participa en tertulias literarias, entre ellas la Tertulia poética Transversores, junto a Fran Picón, Mar Blanco, Fernando Sarría, Carolina Millán y Miguel Ángel Yusta. Con los que organiza presentaciones y múltiples actividades literarias.
Actualmente está inmersa en nuevos proyectos literarios propios.
Hoy, sigue pensando que el mundo de las letras es un hermoso
universo del que forma una pequeña parte con sus aportaciones.