'Estupidez y erotismo' de Ana Bustamante
Puedo afirmar, sin faltar a la verdad, que siempre fui de entregarme a los placeres sin calibrar las consecuencias. Entendiendo por placer el sentimiento asociado al disfrute. ¡Sí! En todas sus variantes: física, mental y espiritual. Con el tiempo he aprendido que hay personas a las que no les gusta compartir y, menos aún, entender tu felicidad. Algunas prefieren regodearse en las miserias de otro, mearte la herida dándote palmaditas en la espalda cuando las cosas van mal. ¿Envidia? Creo que no… tal vez hipocresía o tal vez la propia naturaleza humana. Seguramente yo también he sido insensible con otros, al fin y al cabo somos seres imperfectos. Y en esos años en los que el deseo brotaba por cada poro de mi piel, me perdí mil veces y me encontré mil más. Hubo pocas personas a mi lado para enseñarme el camino, como muchos de vosotros, aprendí cayendo. La vida solo se vive una vez y si hay otra vida después de la muerte, yo no regresaré para contarlo. Buscando el placer me encontré en ocasiones con deseos ocultos que dieron rienda suelta a muchos deseos más. La capacidad del ser humano de perseguir el disfrute es infinita. Durante mucho tiempo me entregué a los placeres mundanos inventando en ocasiones una falsa realidad, artificial e inmadura, pero llena de excitación y sumamente atractiva. Obviamente inmersa en la vorágine no fui consciente de ello y sucumbí por debilidad o ignorancia, pero en este momento veo nítidamente, como si fuera ayer, uno de esos episodios que mi subconsciente se ha negado a olvidar para tener siempre presente aquello que jamás debería volver a vivir. Y ese algo fue alguien en forma de equivocación. Un algo retorcido como el signo de interrogación que cierra tantas preguntas sin respuestas. Nos conocimos por casualidad, aunque no creo demasiado en las casualidades. Supongo que en realidad nos encontramos en el camino. Miradas silenciosas alrededor de palabras mudas. Roces inofensivos en espacios reducidos llenos de gente. Falsos opiáceos flotando en el aire en la barra de cualquier bar y el deseo envolviendo nuestros cuerpos. Juegos de palabras con un único propósito: arriesgar. Jugar no para ganar, jugar por divertimento. Jugar con fuego. Jugar con pasión. Jugar perdiendo. Jugar haciéndonos daño. Antepusimos la amistad a la lujuria y ganó la indiferencia. Si se aísla el deseo del resto de sentimientos se transforma en algo irracional. ¿Cómo vencer a la química que fluye entre dos cuerpos si no es saciando el apetito de la carne con la propia carne? Carne descarnada. Carne herida. Carne flácida. Carne carente de sangre. Carne ardiente y fría. Carne desgastada. Huesos sin carne. Despojos. Migajas compasivas. Horas sin sueño. Sueños sin ternura. Polvos sin apego. El empoderamiento del deseo con su particular don de la ubicuidad. Fueron años repletos de orgasmos que dejaron un vacío inmenso en mi corazón y no supe ver a tiempo el sinsentido de aquella torpeza. Fue con el abandono y la soledad no deseada cuando comprendí que la felicidad es un sentimiento efímero y el placer una emoción pasajera. Que la estimulación de los sentidos a través de caricias, abrazos, besos… no eran suficientes y que la obsesión por satisfacer aquella necesidad me puso una venda tan espesa, que tardé demasiado tiempo en recuperar la estabilidad emocional. Caminé sin avanzar en dirección contraria a mi propia voluntad. Me sentí herida y me quedé vacía. Cuando llegó el final, porque estas cosas siempre acaban, provoqué aquel estado obsesivo y avivé mi propia tristeza. Es necesario terminar lo que se empieza. La angustia me sobrevino precisamente porque no hubo un final. Romper vínculos sin despedidas dan paso a la frustración. Desengaños innecesarios. Convertir el deseo en angustia y el placer en desamparo es doloroso, injusto, pero ¿quién puede mendigar justicia en ese círculo erótico? Saciado el morbo el deseo murió. Sentí hondamente desvanecerse todas las fantasías que me hicieron escapar temporalmente de la realidad. Nuestras vidas siguieron avanzando en tiempos a destiempo. En un mismo espacio temporal. En la misma ciudad, pero con una distancia invisible e infranqueable. Mi equilibrio emocional se tambaleó. Desaparecieron los juegos de madrugada y apareció el insomnio. Mi corazón siempre quiso más de la cuenta. Ahora observo desde lejos. Puedo escribir el pasado y sentirlo como lo que es: un recuerdo. Escucho música celta. El placer nunca fue la meta sino la consecuencia. Sonrío. Siempre lo hago.

Se define a sí misma como una mujer anormalmente normal. Escribe desde que recuerda. Opina que en Literatura hay tres palabras que han sido, son y serán mágicas y que abren el inicio de muchos cuentos: "Érase una vez...". Escucharlas despierta la imaginación y abren las puertas a diferentes mundos donde todo es posible.
Desde febrero de 2020 ejerce de Coordinadora Editorial del Blog de Arrebol Agencia Literaria.
Escribió su primer libro de relatos El deseo viste de verde, publicado en 2018, durante los trayectos de tren de camino a su trabajo. Posee un claro sello de identidad inconfundible en su narrativa que es la constante presencia de los sentidos y su capacidad de explorar el mundo a través de las emociones.
En enero de 2022 publicó su último libro de relatos Desnudarse del revés en la Editorial Cuarto Centenario.