'Es la chica de ayer' de Ana Bustamante

02.03.2021



Nos encontramos de camino al aseo, en aquel pub de moda ambientado en los ochenta. Sonaba Nacha Pop y yo avanzaba moviendo las caderas al ritmo de Es la chica de ayer. Curioso, pensé, ser la chica de ayer había sido una constante en mi vida. Di un enorme trago a la cerveza y alejé esos oscuros pensamientos de mi cabeza. El pasillo era bastante estrecho, con una mini reverencia me dejó pasar primero. Por su sonrisa bobalicona deduje que había bebido casi tanto como yo, aunque su mirada era tan lúcida como la mía y en ella se vislumbraba una arriesgada invitación hacia lo desconocido. Sonreí moviendo ligeramente los labios y, con un gesto hartamente estudiado, llevé ambas manos hacia la nuca y subí con descaro mi cabello dejando al descubierto parte del cuello. Este movimiento, cargado de sensualidad, consiguió el efecto esperado. Sus pupilas adquirieron un brillo especial mientras recorrían lentamente mi cuerpo. Avancé caminando de espaldas, sin desviar la vista de aquellos ojos marrones, hasta chocar con la fría puerta del aseo. Al instante percibí ese aumento de temperatura que provoca el deseo y me dejé llevar por un instinto primitivo e irracional. Se paró frente a mí. Deslizó sus dedos por ambas mejillas y me besó con fuerza. El whisky de su boca se fundió con mi cerveza y la nicotina de ambos. Su lengua se entrelazó con la mía como si siempre hubieran estado unidas. Danzando al mismo ritmo y con las mismas ganas. Olía a peligro, a emoción y sexo. Una mezcla demasiado excitante como para renunciar a ella. Me envolví en aquel aroma, deposité el vaso vacío encima del lavabo y dejé que las cosas sucedieran. Unidos como un imán, sin dejar de saborearnos, nos metimos en el aseo. Presionó con fuerza su cuerpo sobre el mío e inmediatamente sentí la dureza entre sus piernas. Sus manos se hicieron paso en mi piel, pellizcando suavemente los pezones y lamiendo el sudor. Por un segundo recobré la conciencia e intenté poner coherencia a lo que estábamos haciendo, pero fue inútil, me silenció con un beso, rompió mi ropa interior y de rodillas comió del fruto prohibido. Intercambiamos posturas, sabores, placeres... dejando de lado las confidencias, las identidades, los falsos te quiero. Nos vaciamos sin contener los gemidos y al terminar no hubo ningún abrazo. Tampoco lo esperaba ¿Quién era ese desconocido para ofrecerle ternura? Sonreímos como idiotas al separarnos. No hubo intercambio de teléfonos. Yo salí primero. Evité mirarme en el espejo por miedo a reconocerme porque en aquel momento yo no quería ser yo. Sonaba A quién le importa y sentí tanta sed que pedí una doble y la bebí casi de un trago. Él salió a los pocos minutos. Se colocó en la otra esquina de la barra y, dándome la espalda, besó en la boca a una joven morena, con pelo rizado algo encrespado, de ojos saltones y excesivamente flaca, que charlaba ajena a todo con un grupo de amigos. Observé la escena en la distancia y rematé la cerveza mientras los focos lucían más brillantes que nunca. Con un gesto de mano pedí al camarero una nueva jarra. Disfruté de la música. Bailé hasta el amanecer. Regresé un año después. Al entrar escuché con total nitidez a un grupo de jóvenes que cantaban desafinando a todo pulmón Es la chica de ayer. Sonreí con el corazón y me uní a ellos saltando por pura inercia. Aquel polvo se evaporó entre las horas interminables en las que volví a ser yo. Ahora transito a contracorriente y solo de vez en cuando tarareo en un murmullo casi inaudible... Me asomo a la ventana eres la chica de ayer, demasiado tarde para comprender. 

Ilustración de Ana Bustamante

Ana Bustamante, nació en Madrid el último día de 1968. Su trayectoria profesional la enfoca en la gestión, liderazgo y desarrollo de equipos, primero en el ámbito sanitario y actualmente en el sector de seguros.

Se define a sí misma como una mujer "anormalmente normal", sensible, llena de deseos e ilusiones.

Ávida lectora, apasionada de la Literatura, escribe desde que recuerda. En la vida y en sus textos, se deja llevar por lo que siente y se "desnuda" en su primera publicación: "El deseo viste de verde" (Izana Editores - 2018).

Duerme poco, prefiere soñar despierta y juega a capturar los instantes para después proyectarlos en sus relatos.