'El tranvía nunca se llamó deseo' de Belén Mateos
Son las 5.15 en punto. Me despierto como cada día somnolienta y con ganas de un vaso de silencio.
Mi mente transita entre las sábanas, entre un sueño efímero de aire, en el deseo de una lluvia que no llega.
Las 5.45. Aún no he sido capaz de mover ni un solo músculo de mi cuerpo, quizá un breve parpadeo en la que la última lágrima contenida apenas me deja ver las saetas de su rostro. Él está ahí, justo donde lo vi por primera vez, con su mirada tatuada en mis ojos, con esa sonrisa acurrucada en mi escote y sus labios aprendiendo mi nombre.
Creo que le susurré Rebeca, con una r arrastrada hasta la proximidad de su oído. Creo que él musitó Gerardo haciendo hincapié en la g con un leve gemido. Luego llegó la tormenta, una de esas de verano en las que el aire se envicia de un calor sofocante y expande su electricidad sobre la intensidad de un relámpago.
Nos refugiamos bajo la marquesina de la parada del 33 y él comenzó a dibujar con su vaho una r en el cristal humedecido de deseo, yo aporté mi aliento para grabar una g al lado de su letra y sin mediar más palabra nuestra saliva comenzó a llover por las esquinas de nuestras lenguas.
Pasaron tres autobuses cuyo destino nos era indiferente, estábamos en la estación deseada, amparados por un espacio sin tiempo y una nube adornada con el arcoíris de nuestra piel.
A partir de ese día la marquesina fue el testigo de nuestros encuentros.
Las mañanas las pasaba con esa inquietud en el estómago que solo saben quiénes están embebidos
en el cielo de otros labios. Las tardes contando los segundos para la colisión, para el regreso de su huella en la voracidad de mi boca, para mi vientre cautivo a sus palabras, para la fusión en ese juego cómplice en el infierno del pecado.
Han pasado tres años y aún su saliva está en mi memoria.
Un tranvía se estrelló contra su cuerpo en el andén de nuestra geografía y a pesar de ello el atlas de nuestro próximo encuentro figura en la marquesina impar, en la herida de lluvia asimilando nuestros nombres, en el refugio de un cristal barnizado de magia.
Son las 7,15 de un amanecer que sabe a pereza, que denota cada noche ese ruido infernal en el contorno de una respuesta que me sabe a muerte.
Son las 9.00 en punto. La pregunta se dilata en el tiempo y la lluvia no cesa.

Mª Belén Mateos Galán nació en Zaragoza. Estudió magisterio por vocación y amor a los niños. Su otra gran pasión es la escritura. Hace cinco años decidió abrir sus reflexiones, poemas y relatos a los demás.
Ha resultado ganadora y finalista en varios certámenes de literatura internacional y nacional. Algunos de sus textos han sido traducidos al francés, colabora en una revista digital, es directora y coordinadora del "Proyecto Enjambre".
Su primer libro "Rubor de tinta, quebrados de verbo", editado por Diversidad Literaria, ya va por su segunda edición.
Además su obra está en diversas antologías como "Relatos en 90 segundos" "Km 0", "Un tiempo breve", "Aletreos", "Érase una vez", "On the road" "Pluma, tinta y papel" "Proyecto Enjambre I" "Porciones del alma" "Cada loco con su tema" "Antología internacional de poesía contemporánea" "Versos en el aire" "Proyecto Enjambre II" entre otros.
Ha escrito la sinopsis de "Black is Black" del escritor Manuel Menéndez Miranda así como la de "Sacied@d" del escritor David Garcés Zalaya y prologado este último título.
Actualmente está inmersa en nuevos proyectos literarios propios.
Hoy, sigue pensando que el mundo de las letras es un hermoso universo del que forma una pequeña parte con sus aportaciones.