'El sine' de Ana Birlanga Bellod
Hoy podré darle al chiquillo algo desente para la sena. La señora María me ha asegurado que me pagará bien y al día. Hase al menos tres semanas que no entra un pedasico de carne en casa y el muchacho está en edad de cresimiento. ¡Mira qué es bueno! Él siempre en su mundo de películas y fantaseando con entrar en el Cortés. En qué hora volvieron a abrir ese teatro, más hubiera valido que lo dejaran ruinoso, así mi Juanico no estaría obsesionado con ir al sine cada vez que estrenan una de esas películas. Como su padre, siempre recordando cuando vio por ves primera funsionar un sinematógrafo en Madrid. Se le iluminaba la cara contando como las actrises le miraban fijamente a los ojos desde la pantalla. Así me conquistó. Desía que yo era igualica a Imperio Argentina en El profesor de mi mujer. Ya ves tú. Aunque yo creo que un poco sí me paresía. Aún conservo aquel folleto. Claro que eso era antes. Ahora soy un saco de huesos y mis ojos están hundidos. No me gusta nada la lejía para estas baldosas, quedarían mejor con un chorico de vinagre pero donde hay patrón... Pobrecico mi Manuel. De qué le sirvió ser un hombre culto y con mundo. Eso fue lo que le llevó a la ruina, saber más de la cuenta, y tener en la sala todos esos libros. Bueno eso y no ser un chivato. ¡Puñetas! ¿Es qué en esta casa no saben orinar como es debido? A ver cuánto me pagan. Si es lo bastante después del pollo iré al horno a por unas almojábanas. Aún me queda algo de miel para bañarlas. ¡Esta plata no se ha limpiado desde la República! ¿Qué hora será? Ya debe quedar poco para irme. A ver si no me encarga nada más y me da tiempo a pasar por el comersio. -Señora María, si está todo a su gusto ya me voy.- Es algo menos de lo que esperaba pero será sufisiente. He olvidado ponerme los sapatos. Ya los recogeré mañana. Estas sapatillas están hechas un asco. Si me viera así Manuel, con lo que le gustaba a él mi poquico de tacón. ¡Puñetas! ¿No es ese mi Juan? Qué hase ahí mirando a la pared como un pasmarote. -Hola madre ¡Mira qué mujer! Padre se volvería loco si la viera. Disen que han cortado una parte en la que se quita un guante negro mientras baila. Esta noche la pasan en el Cortés. Estará muy vigilado y será imposible que me cuele. Cuando anochezca despegaré el cartel sin que me vean. Me lo llevaré a casa y lo miraré durante horas.- ¡Ay Manuel! porqué tuviste que meterle esta afisión al chiquillo en la cabesa. Aún recuerdo aquellas tardes de las visitas a la cársel, yo allí de convidada de piedra y tú contándole al sagal que si Lugosi, que si la Garbo y la Pickford. Yo simulaba que me aburría pero me gustaban tus historias, era como estar viendo aquellas películas por tus ojos. Luego nos hablabas de aquel amigo que habías hecho en el ratico que os sacaban al patio, Hernándes se llamaba, aquel que estaba tan enfermo. La mujer del secretario sabe mucho de él. Ella también es una mujer culta aunque hable medio panocho. Lo disimula para que no le digan lo que tiene que leer y lo que no. Me ha dicho que tiene algún libro de poemas de ese tal Miguel. Me lo va a prestar. -¡Puñetas Juanico deja ya de mirarla que la vas a desgastar! Mira hijo lo que tengo en el monedero. La señora María me ha pagado al día. Tú dirás que prefieres: sena o sine.-

Ana Birlanga Bellod nace en Madrid en diciembre de 1967. Estudiante perpetua de poesía y literatura, es autora del libro de poemas Miel de asfalto publicado por Huerga & Fierro Editores en 2019. También pueden leerse sus poemas en la antología 54 poetas que corrieron la maratón de Chicago (Ars Poetica 2018) y en Puente de Poesía (Hispano-Chilena Ediciones 2019). Ha colaborado en la revista Aschel Digital y publicado en diversos fanzines poéticos como Arroz Negro. Asidua de la vida literaria madrileña, participa activamente en recitales y eventos de la ciudad.