'El faro de nuestra mirada' de José Zurriaga

10.03.2020

La visibilidad de antaño era directa, de sentido único y permanente en el tiempo. Ahora, en tiempos de internet, la visibilidad es indirecta, de sentidos múltiples y fugaz en el tiempo. 

Me estoy refiriendo, por supuesto, a la visibilidad personal, que lleva de sí a la visibilidad social y colectiva. 

Los únicos aparejos que requería la visibilidad de antaño eran la buena educación y un cierto orden en las costumbres. Hoy en día, no se requiere de nada similar.

Todo esto nos lleva directamente al tema de la infinitud. Internet es infinito, mientras que nosotros, por definición, somos limitados. ¿Cómo nos adecuamos a la infinitud de internet en nuestras apariciones?

Mediante otra consecuencia de lo anterior, el engaño o el camuflaje. En internet la mentira es reina, puesto que debemos poder ocupar todos los intersticios de un espacio infinito.

Así, podemos ser cualquier personaje o adoptar cualquier carácter o variación del sentimiento, casi instantáneamente. Aunque normalmente, intentemos dar una cierta estabilidad a nuestra visibilidad, ni que sea para no desconcertar a nuestro público.

Proteicos, camaleónicos, así nos quiere la red. Y así le ofrecemos nuestro holocausto diario de apariciones o bien, de contadísimas apariciones. El público es lo que caracteriza a lo privado en nuestros tiempos.

Público y lleno son los dos caracteres, las dos notas predominantes del individuo en nuestros días. Rebosamos de vida (¿de vidas?) y somos un faro centelleante que ilumina profundidades. 

De este modo, el narcisismo ya no requiere de espejos en los que reflejar la mirada. Pues solo con la mirada, repito, solamente con la mirada, deslumbramos.

Eso me recuerda al personaje de Proust que se movía por el mundo como un faro en la mirada. Era un trasunto de la mirada homosexual egocéntrica. Esa mirada de los que aún no han madurado lo suficiente como para cesar en la desesperación y la incompletitud.

Esas dos notas, desesperación e incompletitud se aplican también a la mirada general de hoy en día, tan desesperada que no necesita de amor.

A pesar de las grandes protestas amorosas que llenan internet, el amor es, a día de hoy, lo que más escasea por nuestros pagos.

Y como la vida será cada vez más dura y difícil, a partir de 2040 o 2050 el amor habrá pasado a estar mal visto socialmente. Igual que la vejez, dicho sea de paso.

Vamos camino de una sociedad sin amor y sin ley. Los dos pegamentos sociales, el uno en las relaciones a corta distancia y el otro en las relaciones a larga distancia desaparecerán de aquí a unos años.

Sólo quedará el infinito de internet pero ya sin tapujos, sin necesidad de mantener hipócritamente que somos individuos a la busca de.

Dejaremos pues de tener ilusiones, aunque esperanza, sí, pues toda vida es espera. Pero navegaremos cegados por el fulgor de nuestra propia mirada sin rumbo fijo ni objetivos aparentes. El control social será cada vez mayor. 

Solos, pero en compañía de otros, la nube nos meará encima mientras intentemos abrir un paraguas ya roto y desvencijado.

El cielo está enladrillado, quién lo desenladrillará?...


Soy José Zurriaga. Nací en Bilbao de madre leonina y padre dimisionario. Crecí errabundo sólo psicológicamente, pues mi vida material era la de un pequeño burgués. Empecé escribiendo ensayo filosófico, aforismos para ser más exacto, que nunca se publicaron. Pasé a bajarme los humos escribiendo aforismos literarios, que sí alcanzaron la dicha de la publicación. Arrastré mis soledades por escenarios diversos y personas diversas, logrando culminar la nada y la nadería. Años después publiqué un libro de relato breve. Entremedias colaboré en la revista digital "Tarántula", asiduamente. Publiqué crítica de cine sobre todo. Después pasé al artículo de ensayo. Y después pasé a la calle directamente. Hoy día, más maduro psicológica e intelectualmente, dedico mi vida a cultivar mi relación con un muy reducido número de personas y animales.