'El/Ella' de María Guivernau
ÉL
Él se despertó sobresaltado y empapado en sudor. A oscuras, palpó el lado izquierdo del colchón. Vacío. Susurró su nombre, pero solo obtuvo silencio como respuesta.
Acostumbró sus ojos a la oscuridad, quebrada por la luz de la luna llena que se colaba entre las rendijas de la persiana de la habitación. El sonido de las campanas de la iglesia le hicieron saber que eran las cinco. Se levantó, mareado aún por el efecto del vino que había bebido. Buscó el paquete de tabaco y encendió un cigarro. Aspiró el humo con ansia, temblando, inquieto.
Lo había vuelto a hacer. Había caído de nuevo en su piel irremediablemente. Había vuelto a hipnotizarle con su mirada, a engatusarle con sus labios. Había regresado para envolverle con su perfume y embriagarle con vino para después manejarle a su antojo.
Como destellos, los recuerdos de las horas anteriores empezaron a invadir su cerebro, golpeándolo. La vio reír a carcajadas mientras hablaban, la vio servirle más vino, la vio desnudarse mientras bailaba al son de una música que no lograba recordar, vio sus ojos oscuros clavados en los suyos mientras le rogaba que le dibujara sobre la piel una vida distinta, la vio morderse los labios mientras él recorría cada rincón de su cuerpo. El eco de sus gemidos resonó en su cabeza. La sensación de su cuerpo abrazado al suyo le erizó el vello.
Miró el vacío de su cama y se tumbó sobre él. Aspiró profundamente. Todavía olía a ella. Notó una lágrima resbalando sobre su mejilla.
Quiso levantarse, correr, salir a buscarla, prometerle que la raptaría y la dibujaría, no una, sino cientos de vidas diferentes para que eligiera con cuál de ellas quedarse. Pero se mantuvo inmóvil, incapaz de volver a levantar el peso de su cuerpo, inútil para coger sus pinturas y su lienzo. Solo recordándola, solo pintando trazos de aquel rostro en su mente, solo queriendo que regresara, solo deseando que, al menos aquella vez, se hubiera quedado a desayunar...
ELLA
Ella esperó a que él se durmiera para escapar. Cuando su respiración se hizo profunda y rítmica, levantó cuidadosamente el brazo que le rodeaba la cintura y se levantó de la cama. Él ni siquiera se inmutó. Buscó a tientas su ropa, tirada en el suelo. Le dolía la cabeza. Mientras se vestía, le observó y la realidad le golpeó de nuevo en el pecho.
Quería quedarse. Quería volver a escurrirse entre las sábanas, cerrar los ojos y dormir abrazada a su piel. Congeló instantáneamente sus sentimientos. Se abrochó el último botón de la camisa y buscó sus zapatos. Deambuló unos instantes por la casa. Los restos de la cena, las botellas y las copas de vino seguían sobre la mesa. Encontró los zapatos tirados junto al sofá donde, sólo unas horas antes, había bailado para él absolutamente embriagada. Anduvo hasta una de las habitaciones donde él solía encerrarse cuando, como solía decir, la inspiración le apresaba irremediablemente.
Observó los pinceles, la paleta con varios colores mezclados y dos lienzos. En uno de ellos sólo había pintado un mar embravecido a punto de tragarse un pequeño velero bajo un cielo gris de tormenta. El otro estaba en blanco.
Tomó un pincel entre los dedos. Temblaba. Aún. Sabía que lo haría durante unos días. Ocurría siempre que él se cruzaba en su camino. Sostuvo la paleta con la mano izquierda y eligió el color negro para dibujar un primer trazo, una senda serpenteante; después, otra, justo al lado, con la misma forma. Pintó de azul intenso el hueco que quedó entre ambas y, más abajo, escribió: "El mar que nos separa no es en realidad tan infinito como piensas. Me gusta cruzar a tu orilla de vez en cuando para que me hagas sentir más viva. Perdona que esta vez sea yo la que no se quede a desayunar."
Volvió a la habitación para mirarle por última vez. No pudo evitar acercarse y besar aquellos labios que tanto la enloquecían. Él siguió dormido. "Dulces sueños", le susurró al oído.
Después, se marchó, sigilosa, sin hacer ruido y luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar de aquellos ojos en los que él clavaba sin pudor alguno su mirada durante horas.
Cuando cerró la puerta a sus espaldas, ya estaba arrepentida de haber abandonado su cama.

Madrid, 1978.
Máster en Internacionalización del Sector Cultural y Creativo (Universidad Complutense Madrid). Lectora compulsiva, poeta por necesidad vital. Amante del mar y de la música. Hiperactiva, luchadora, transparente, sincera, empática y feminista.
Organiza y participa activamente en recitales de poesía y conciertos de música de autor, con la que está especialmente comprometida.
Publicaciones:
"Más de Cien Pasos de Baile" (Ed. Saudade 2015 Poesía)
"Puntos de Sutura" (Ed. Lumen Rosetta Colección Mapoema 2016)
"Latiendo a Ras de Cielo" (Ed. Huerga & Fierro 2017 Poesía)
Colaboraciones en Antologías:
- "Bis-capacitados", a favor de la Asociación Esperanza de Benamaurel (Granada)
- "Diagnóstico: ¡Adelante!", a favor de AECC.
- "Cantos Para el Viento: Recreación de diez poetas del siglo XX", a favor de la lucha contra el cáncer.